viernes, 1 de junio de 2012

-Nunca me han gustado los traidores ni los desertores-había dicho Aníbal mientras limpiaba la sangre de Afranio del arma restregando la espada contra el costado del propio decurión abatido cuando éste aún se retorcía de dolor en medio de su agonía-.No,por Baal que nunca me han gustado los traidores.-Y continuó hablando dando la espalda al estupefacto hijo de Publio para dirigirse a Maharbal-.Los hemos utilizado,eso es cierto,sobre todo en Italia,¿recuerdas aquel romano,Maharbal,Décimo creo que se llamaba,el que quería abrirnos las puertas de...,es curioso,ahora no recuerdo la ciudad,tras la muerte de Marcelo? Maharbal asintió pero con el rostro serioNo tenía claro aún adonde quería llegar su general ni cual era la determinación que había tomado sobre el hijo de su gran enemigo. -Lo recuerdo,sí.Murió como corresponde a un traidor-respondió el veterano oficial púnico. -Sí,solo y con sufrimiento.Y por encima de todo,sin ver cumplidas sus expectativas de recompensa.Los traidores nunca las merecen. DEL LIBRO "LA TRAICIÓN DE ROMA" de Santiago Posteguillo.