martes, 14 de diciembre de 2010


Mientras los tres carruajes vacíos aguardan ante Palacio,al otro extremo de la calle mayor,en la puerta del Sol,apoyado en la barandilla de hierro del balcón principal de Correos,el alférez de fragata Manuel María Esquivel observa los corrillos de gente.En su mayor parte son vecinos de las casas cercanas,criados enviados en busca de noticas,vendedores,artesanos y gente subalterna,sin que falten chisperos y manolos característicos del Barquillo,Lavapiés y los barrios crudos del sur.No escapan al ojo atento de Esquivel pequeños grupos sueltos de tres o cuatro hombres de aspecto forastero que se mantienen silenciosos y a distancia.Aparentan desconocerse entre ellos,pero todos tienen en común ser jóvenes y vigorosos.Sin duda se cuentan entre los llegados el día anterior,domingo,desde Aranjuez y los pueblos vecinos,que por alguna razón-ninguna puede ser buena,deduce el alférez de fragata-no han salido todavía de la ciudad.También hay mujeres,pues suelen ser madrugadoras:la mayoría trae la canasta del mercado al brazo y comadrea repitiendo los rumores y chismes que circulan en los últimos días,agravados por la tensa jornada de ayer,cuando se abucheó a Murat mientras iba a una revista militar en el Prado. Sus batidores incomodan a la gente para abrir paso,y la vuelta tuvo que hacerla con escolta de caballería y cuatro cañones,con el populacho cantándole:
Por pragmática sanción
se ha mandado publicar
el que el jarro de cagar
se llame Napoleón.
Esquivel,al mando del pelotón de granaderos de Marina que guarnece Correos desde las doce del día anterior,es un oficial prudente.Además,la tradicional disciplina de la Armada equilibra su juventud.Las ordenes son evitar problemas.Los franceses están sobre las armas,y se teme que sólo esperen un pretexto serio para dar un escarmiento que apacigüe la ciudad.Lo comentó anoche en el cuerpo de guardia,hacia las once,el teniente general don José de Sexti:un italiano al servicio de España,hombre poco simpático,que preside por parte española la comisión mixta para resolver los incidentes-cada vez más numerosos-entre madrileños y soldados franceses.
-Sobre las armas,como le digo-contaba Sexti-.Los imperiales casi no me dejan pasar por delante del cuartel del prado Nuevo,y eso que voy de uniforme...Todo tiene un aspecto infame,se lo aseguro.
-¿Y no hay ninguna instrucción concreta?
-¿Concreta?...No sea infeliz,hombre.La Junta de Gobierno parece un corral con la raposa dentro
Del libro "UN DÍA DE COLERA",de Arturo Pérez Reverte

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