domingo, 20 de febrero de 2011


Periodico LA RAZÓN domingo 20 de febrero

MADRID- «Tejero está en Málaga. Siempre se va por estas fechas para escapar de los periodistas», responden los vecinos del céntrico barrio madrileño donde reside el ex teniente coronel que encabezó el 23-F hace 30 años.

Pero la información no encaja. «La señora compró ayer dos barras de pan», comenta una panadera de la zona. Y a alguien se le escapa que vive en el bloque 1.

Familia Tejero Díez, reza el buzón que indica el piso dentro del edificio. Subimos en el ascensor. Ya sentados, esperamos. Es difícil imaginar que detrás del alegre y colorido felpudo de «Bienvenidos» viva el militar que «secuestró» durante un día entero a todo el Congreso de los Diputados con el fin de tornar los derroteros democráticos de España hacia una nueva dictadura.

Encima de la alfombrilla, una pequeña figura de Jesucrito recibe debajo de la mirilla. Quizá lo único que recuerde a las armas con la que se retuvo a los políticos sean las lanzas de la réplica del cuadro de «La Rendición de Breda» que cuelga de la pared del descansillo. Aunque para Tejero no sea muy alentador recordar cómo al genovés Ambrosio de Spinola, con 40.000 generales a su cargo, se le nombra como un ejemplo de estrategia militar.

Tejero sale del ascensor. Con su nieta de la mano. Ni se sobresalta al notar nuestra presencia. Su mirada gélida es suficente, pero él añade con voz queda: «Disculpen. No quiero hablar».


«España le ha dado la espalda»
«Dice que ni aunque le paguen lo hará», nos informan fuentes muy cercanas a él. «Siente que España le ha dado la espalda». «Da la imprsión de ir siempre absorto en sus pensamientos», asegura un dependiente. «Es muy seco, casi no habla». Paso lento, mirada al frente y ligeramente corvo, lo describen al caminar. «Debe de medir 1,70 metros. Es curioso que su mujer va a su lado como un paso detrás, parece que él manda. Pero luego en cuanto entran siempre pasa lo mismo. Si él pide jamón, ella lomo. «Bueno, pues lomo, cede siempre él».

La jornada de Tejero cuando está en Madrid –aseguran que pasa la mayor parte del tiempo en Málaga, donde pasea por la playa y pinta paisajes, hobby que cultivó en prisión– comienza en el quiosco, por la mañana. Después, pasea con el periódico bajo el brazo acompañado de su mujer, Carmen Díez Pereira, hija de guardia civil y maestra de profesión, con la que tiene seis hijos. «Les gusta pasar tiempo con sus nietos, vienen mucho por aquí con ellos», informan en la frutería. «La señora es encantadora, siempre me pregunta por mi familia. Él también, sobre todo en Navidad. Es más callado pero muy educado. Les gustan las cremas, compran mucha verdura. Sobre todo alcachofas y también aguacate».

Y el vino tinto de Rivera. No muy dado a frecuentar bares, a veces toma una copa en una tienda cercana a su casa, en el piso de abajo, con el dependiente. Rodeado de jamones. «Él es muy campechano».

El calificativo prioritario que Pepe, taxista vecino suyo, encuentra al describirlo es leal. «Lo conozco desde hace tiempo. Nunca había tenido trato con él, porque él saluda pero no habla mucho», cuenta. «Pero un día se equivocó al llenar el depósito de su Audi, echó gasolina en vez de gasóleo. Le dejé mi plaza para que metiera ahí el coche. Quedó muy agradecido y desde entonces me ayuda siempre que lo necesito».

El militar frecuenta la Iglesia del barrio semanalmente. «No he hablado con él directamente, pero la gente me comenta que es muy correcto en el trato», informa el prior.


«Nunca menciona el 23-F»
En general, la visión de los vecinos acerca del militar es de un hombre «muy normal, poco hablador pero honrado, al que se le ve buena persona». Y que impone. No por falta de ganas, afirman no haberse atrevido nunca a preguntarle por aquel día. «La imagen que tenemos de él es pegando tiros al techo del Congreso», cuenta uno de ellos. «Alguna vez le he hecho una insinuación, pero o cambia de tema o se va».

Quizá sea la soledad su arma para que piensen que «está en Málaga». Y poder olvidar el 23-F.


Dedicado a los suyos y a pintar
Detrás de la fachada de esta puerta vive Tejero, en una zona céntrica de la capital. La mayor parte del año la pasa en Málaga con su mujer, donde da largos paseos por la playa y se dedica a su principal afición: pintar paisajes. A pesar de los «ataques» que el general Armada le dedica recientemente en algunas publicaciones, no se defiende. «Del 23-F no hablo, yo aquello lo he enterrado hace tiempo. Solo quiero vivir la vida con mi gente», declaró hace unos años. Y lo cumple. Hace un lustro que el militar escribió unas cartas a un periódico en las que aseguraba que no votó a favor de la Constitución por «aparecer en ella palabras como Nacionalidad en lugar de Región, aborto y sobre todo por no aparecer Dios en una Nación que se dice católica». También hizo una reflexión sobre Juan Carlos I: «Menos mal que creo que no han contado con el Rey, que igual que habló aquel 23F porque estalló una rebeldía, también hablará ahora, porque la verdad es que están intentando romper la Corona de España, de la que es depositario».

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