miércoles, 22 de septiembre de 2010


Mientras el ordenanza y Cato ayudaban a Macro a salir de la camilla y entrar en su cama éste agarró a Cato por la túnica.
-Tú te quedas.Quiero hablar contigo en privado.--Macro tenía una expresión adusta-
A solas con su superior,con la mente despejada gracias al frío de la noche,Cato se preguntaba qué demonios podía haber hecho para que el centurión hubiera sufrido semejante cambio de humor.Por un instante, el centurión hubiera Macro miró a Cato atentamente antes de hacer acopio de valor para decir lo que tenía en mente.
-Cato,¿puedo confiar en ti?
-¿Señor?
-¿Puedo confiarte un secreto?¿Algo que no me atrevo a contar a nadie más?
Cato tragó saliva nervioso,y.de forma instintiva,dio un paso atrás para alejarse de la cama del centurión.
-Depende, señor.Es decir,no puedo evitar sentirme halagado,pero ya sabe como funciona el asunto:hay hombres que sí y hay otros que no.Y en mi caso no,señor.Sin ánimo de ofender,señor.
-¿De que carajo me hablas?-Macro le miró extrañado al tiempo que se apoyaba en el codo.-Si se te ocurre pensar que me gustan los culos te arrancaré la cabeza.¿me has oído bien?
-Sí,señor.-Cato se relajó.-Entonces ¿como puedo ayudarle?
-Puedes ayudarme...Puedes ayudarme enseñándome a leer.
-¿A leer?
-¡Sí a leer,maldita sea! Ya sabes,todas esas palabras y esas cosas.Quiero saber como funcionan.De acuerdo,sé que es mucho.No quiero aprender más que lo básico.La cuestión es que tengo que leer y escribir si quiero seguir siendo centurión.Y esa zorra casi me pesca esta noche.Pero algún día se descubrirá y,cuando eso ocurra,me degradarán afilas.A menos que aprenda a leer.
-Ya.¿Y quiere que yo le enseñe?
-Si.Y que me prometas no decírselo a nadie.¿Lo harás?
Cato lo pensó un momento e,inevitablemente,su carácter bondadoso le hizo responder.
-Por supuesto que le enseñaré,señor.

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